Resulta que hoy en día estar cómodo es casi un delito. Según los gurús del desarrollo personal, si no estás constantemente saltando al vacío con una sonrisa de anuncio, estás desperdiciando tu vida. Pero, ¿desde cuándo la felicidad se convirtió en una carrera de obstáculos?
Me explico: la zona de confort no es una prisión, es tu casa. Literal y metafóricamente. ¿Acaso te mudas cada seis meses porque «hay que experimentar»? No. Pues igual con la vida. Si has llegado a un lugar donde te sientes bien, tranquilo y en paz, enhorabuena: has ganado el juego.
Los tres grandes mitos de la zona de confort:
- «Si no sales de ella, no creces»: Falso. Puedes crecer, aprender y evolucionar desde la comodidad. ¿O acaso los libros solo se leen en paracaídas?
- «Es señal de conformismo»: Mentira. Es señal de saber lo que quieres. ¿O es que ahora preferir lo conocido es de perdedores?
- «La magia está fuera de ella»: A veces, sí. Otras veces, la magia está en tu sillón favorito, con esa manta que te abriga desde hace años.
La presión por salir de la zona de confort a menudo es solo eso: presión. Social, cultural, marketiniana. Te venden que debes querer más, ser más, hacer más… Pero, ¿y si ya tienes suficiente? ¿Y si, en realidad, estás exactamente donde quieres estar?
Claro que hay momentos para dar el salto: cuando sientes que te estancas, cuando el aburrimiento te carcome o cuando el miedo es lo único que te retiene. Pero si estás bien donde estás, no dejes que nadie te haga creer que eso es poco.
Así que la próxima vez que alguien te suelte un «tienes que salir de tu zona de confort», respira hondo y pregúntate: ¿quién lo dice? ¿Tú o los que viven angustiados por la productividad? Porque, al final, la única zona que importa es la tuya. Y si en ella hay paz, felicidad y un buen café, qué más da si no es «emocionante».
Moraleja: La vida no es un reality show. No tienes que saltar de un helicóptero para que valga la pena. A veces, la mejor aventura es estar exactamente donde estás. Y eso, querido lector, no es conformismo: es sabiduría.
(Y ahora, si me disculpas, voy a disfrutar de mi zona de confort favorita: el sofá, con manta y peli. Sin remordimientos).
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